ALEJANDRO ALAYZA

PINTURA

del 3 de abril al 4 de mayo 2024

Alayza es uno de los artistas figurativos más valiosos de nuestro medio. Su extensa obra realizada a lo largo de cincuenta años se ha caracterizado por una tenaz insistencia en el oficio pictórico, y el estudio del uso de la luz a través del color.

Bodegón con tetera y mangos

Óleo sobre tela

60 x 100 cm

Bodegón y paisaje

Óleo sobre tela

125 x 95 cm

Panes y cafetera

Óleo sobre tela

107 x 100 cm

Macetero, anteojos y tijeras

Óleo sobre tela

113 x 109 cm

Maceta

Óleo sobre tela

64 x 49 cm

Flores blancas y rojas

Óleo sobre tela

91 x 97 cm

Jardín

Óleo sobre tela

160 x 140 cm

Curso…rio…corriente

Óleo sobre tela

140 x 160 cm

La ciudad

Óleo sobre tela

140 x 160 cm

Árbol y escalera

Óleo sobre tela

109 x 108 cm

Cerro santo

Óleo sobre tela

113 x 109 cm

La escuela

Óleo sobre tela

120 x 100 cm

La torre

Óleo sobre tela

194 x 134 cm

La cancha

Óleo sobre tela

146 x 114 cm

Procesión

Óleo sobre tela

150 x 160 cm

La escalera

Óleo sobre tela

122 x 100 cm

Vela latina

Óleo sobre tela

106 x 100 cm

El mar y el pescador

Óleo sobre tela

100 x 132 cm

Toro y palmera

Óleo sobre tela

120 x 120 cm

Ulises

Óleo sobre tela

101 x 80 cm

El huachimán

Óleo sobre tela

113 x 117 cm

La quinta

Óleo sobre tela

82 x 93 cm

Ágape

Óleo sobre tela

180 x 120 cm

Tres amigos

Óleo sobre tela

150 x 140 cm

Joven en la playa

Óleo sobre tela

101 x 80 cm

Amor en el campo

Óleo sobre tela

100 x 150 cm

Texto de Ricardo Wiesse Rebagliati:
LA INOCENCIA DESAFIANTE DE ALEJANDRO ALAYZA
Quien ingrese al territorio pictórico de Alejandro Alayza con los ojos cegados por convenciones no verá nada. Los estereotipos solo sirven para aplanar y reducir hasta la insignificancia las facultades de percibir y de pensar. No esperemos de estas obras bellezas concesivas, ni (paradójicamente, tratándose de un maestro vitalicio) corrección académica. Su estilo único proviene de la observación de la naturaleza (de lo “real”) con la mirada de la subjetividad, que se aferra a una inocencia celosamente defendida. Alayza fabula, recuerda, contempla, ensueña, decide mientras revuelve la materia viscosa sobre la paleta, enciende tonos, los matiza, y traslada al lienzo. Confiado en su instinto, recoge los ecos primitivos de la pintura italiana prerrenacentista, de la virreinal y de la popular americana. Organiza las relaciones formales y espaciales nacidas de su rico mundo interior, como recipientes del color y de la luz. Todo es diáfano en estos cuadros. El aire azulado impregna al espectador, lo sumerge en dramas líricos, tectónicos, marinos, donde las horas detenidas por el óleo superviven mágicamente. Hasta las sombras acumulan velos traslúcidos. Parecieran importarle poco los temas o las capturas de lo cuantificable. Alayza desafía osadamente la forma, convertida en factor relativo, que cede el protagonismo al color. Renuente a imitar las apariencias, persigue algo más: en sus palabras, un “espacio propio de libertad”. Alayza subvierte certezas tenidas por inamovibles. Su lógica peculiar, semejante a la de los cuentos infantiles, demanda una atención gratificante. Sus figuras ensanchan las nociones del valor y del gusto artísticos. Su vía solitaria, terca, laboriosamente asumida, fluye serena y fértil como los ríos de verdes turquesas que irrumpen en sus panoramas.
El artista ha llevado lejos su voluntad de relacionarse con el devenir histórico y de construir imágenes diferenciadas de otras tradiciones culturales. Conocedor de las herencias culturales europeas y americanas, tan próximas como lejanías entre ellas, enriquece en sus trabajos más recientes las perspectivas identitarias de una comunidad como la peruana, todavía fragmentada. En sus imágenes se respiran aires evocadores de una utopía vernácula que se enfrenta a las estructuras coloniales aún presentes en nuestro cuerpo social. Al incorporar lo extraño, lo tosco y lo deliberadamente contrahecho, el artista manifiesta una opción excepcional que propicia en el espectador una autopercepción reflexiva sin concesiones: nos reconocemos en los rasgos de estos personajes modelados como tallas apenas desbastadas, espléndidamente rodeados por un marco natural vigoroso, espléndido y armonioso como las tonalidades sembradas en estas telas por cada golpe del pincel.
Ricardo Wiesse Rebagliati

Alejandro Alayza 
Es uno de los artistas más valiosos de la generación de los años setenta. Alayza estudió en la Escuela de Arte Plásticas de la Universidad Católica del Perú, bajo la dirección de Adolfo Winternitz, en la especialidad de pintura, ha ejercido el decanato de Facultad de Arte de la Universidad Católica en dos períodos y gran parte de su vida ha compartido entre la pintura y la docencia.
A partir de 1979 Alayza ha expuesto con regularidad en muestras individuales, bienales o colectivas, en el Perú y en el extranjero, y su obra forma parte de colecciones nacionales y extranjeras.
Vive y trabaja en Lima.

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