La mesa y el paisaje según Carolina Kecskemethy
Combinando la pintura, el dibujo y la instalación, Carolina Kecskemethy nos invita una vez más a navegar sus maneras de comprender la práctica artística. Un aspecto clave de esta exposición es que subraya las dos maneras en que la artista se aproxima a la pintura: por un lado, a través del amor por la técnica pictórica y la confianza en que los trazos y el color descubren aspectos ocultos de las personas y objetos, y por otro, a través de una inquietud próxima a lo conceptual que presta atención no tanto a las formas sino a la historia, los contextos y las herramientas. En estas salas se reúnen tiempos y sensaciones diversas: los destellos de escenarios domésticos así como las sombras de la ciudad que nos acoge.
La exposición está dividida en dos ejes que podríamos describir como “pintura de paisaje” y “bodegón». Esta elección no es inocente ni accidental. Desde algunas perspectivas europeas (entre el siglo XVI y siglo XIX), estos dos géneros pictóricos fueron considerados carentes de suficiente fuerza e imaginación al ser transcripciones de una realidad externa. A diferencia de la llamada “pintura de historia” o el retrato, la pintura de paisaje y el bodegón gozaron de menor prestigio y valor cultural, aunque manteniendo hasta hoy un rol decisivo en la enseñanza de la pintura. En la sección del bodegón, la artista reúne obras nuevas junto a pinturas realizadas a modo de encargo, lo cual incluye regalos hechos a sus familiares así como piezas extraídas literalmente de la decoración hogareña. Como si fueran una colección de estampas, Kecskemethy despliega pinturas de distintos momentos distintos de su vida, acentuando la dimensión afectiva y social de estas imágenes. Se incluye así desde una pieza que realizó en 1993 como obsequio para el segundo matrimonio de su padre hasta un bodegón sobre terciopelo amarillo pintado hace pocas semanas en donde un conejo muerto, colgado de cabeza, elabora sobre el dolor y el duelo luego de la partida de una amiga.
En la sala dedicada al paisaje la artista realiza un ejercicio similar. Ella reúne desde una pintura de trazos rápidos realizada en 1989 en su primer viaje a Europa hasta piezas recientes producidas en torno a la costa peruana: el encuentro del desierto con el mar, el vuelo de gaviotas, la caída de la lluvia o las siluetas de un basural en donde el color aparece sustraído y presentado en la parte inferior como campos de pigmentos que han caído vencidos. Algunas pequeñas instalaciones juegan con la reliquia y mirada científica –como paisajes atrapados en recipientes de vidrio– mientras que otras piezas nos recuerdan los habitantes no humanos de la ciudad, como palomas urbanas que aparecen con sus enormes sombras como los verdaderos dueños de muchos espacios públicos.
Kecskemethy se acerca a la pintura intentando asir no solo la imagen representada sino el rol que estas cumplen en nuestra vida cotidiana y las emociones que despierta. Montadas como si fuera un repertorio de vestigios y recuerdos, la artista desmorona las jerarquías que existen entre ellas y pone en duda las convenciones que ven allí diferencias entre un llamado arte profesional y otro considerado un arte doméstico. La artista desplaza la atención hacia nuestra mirada, provocando perspectivas nuevas sobre objetos que parecen conocidos. Más aún, es elocuente que ella decida pintar una manzana o un plátano en momentos donde nuestra relación con lo íntimo ha sido fuertemente trastocada durante la crisis sanitaria. La pandemia aparece así indirectamente a través de su instalación Greeting from somewhere (Viajes intermitentes) (2020/2021) en donde sugiere un estado de suspensión a través la sombra repetida de un avión acompañada de un videoclip y un maletín con un tocador musical.
Es la idea de puesta en escena lo que unifica el proyecto completo. No solo la inercia de los lugares, los vehículos o las frutas, sino también la nostalgia, la inquietud y la incertidumbre que nos transmiten. Sus pinturas transmiten una calma perturbadora, conectando el espacio familiar y la calle, lo privado y lo público. Al reunir el bodegón y la pintura de paisaje brinca también una tensión entre la belleza controlada de la casa (y sus connotaciones de espacio protegido) y el caos insubordinado de una ciudad que vive de manera vertiginosa e incesante. El título es también una alusión lúdica de connotaciones abiertas. Kecskemethy “tiende la mesa” para que nosotros podamos ingresar a un festín que no es otra cosa que el retorno persistente de imágenes que se niegan a partir.
Miguel A. López
Lima, marzo de 2022